martes, 2 de septiembre de 2008

Capítulo 24

Sandra llamó el jueves a Anne para intentar convencerla para que saliera el sábado a cenar con ella.
- Anne tienes que salir. No te puedes quedar recluida en casa.
- Gracias, Sandra, pero no tengo ganas de nada. Sólo tengo ganas de llorar.
- Anne, hazme caso. Mira quedamos para cenar y hablamos. Te vendrá bien.
- No me apetece, pero gracias.
- Anne, por favor. Tienes que hacerlo. Tienes que salir de casa.
- No, no me apetece.
- Anne, joer, te lo estoy pidiendo por favor. Te vendrá bien salir. Te prometo que después de cenar sino te apetece que vayamos a tomar algo, te vas a casa y ya está.
Sandra insistió tanto que al final Anne aceptó. Quedaron para el día siguiente a las diez de la noche. Nada más colgar el teléfono, Sandra llamó a Patris para decirle Anne había aceptado a ir a cenar con ella. Que al principio no quería, pero que al final tras mucho insistir, había aceptado al fina. Patris le dio las gracias y quedaron en verse en el restaurante.
Patris después de trabajar cogió el coche y se marchó rumbo a Zaragoza. Llegó al hostal. Se duchó y después se tumbó en la cama. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero ya no había marcha atrás. Se vistió y salió de la habitación. Cuando salió a la calle llamó a Sandra.
- Hola.
- Hola, ya estáis en el restaurante?
- Sí.
- Vale, ya voy para allá.
- Muy bien. Adiós.
- Adiós.
Anne le preguntó quién le había llamado. Sandra le dijo que era su hermano. Que la había llamado para decir si le había dado de comer al gato. Anne se lo creyó. Empezaron ha hablar. Anne apenas había tocado la ensalada, jugaba con el tenedor con la lechuga pero no la pinchaba.
Patris llegó al restaurante. Miró a ver dónde estaban sentadas Sandra y Anne. Sandra había elegido una mesa lejos de la puerta y además había hecho que Anne se sentara de espaldas a la gente, así no vería entrar a Patris cuando llegara. Patris miró y las vio. Se acercó a la mesa. Estaba nerviosa. Cogió aire y sintió un impulso. Se acercó a Anne muy despacio y le tapó los ojos.
- Quién eres?
- No te lo imaginas.
No sabía si estaba soñando o no. Había reconocido la voz de Patris.
- Patris?
- Sí, soy yo.
- Patris...
Patris le quitó las manos de los ojos. Le dio dos besos y otros dos a Sandra. Se sentó en la mesa y llamó la camarero.
- Por favor, me pueden traer un cubierto, también voy a cenar con ellas.
El camarero asintió con la cabeza. Le llevó los cubiertos y le dijo que quería para cenar. Patris le dijo que lo mismo que hubieran pedido ellas.
- Gracias Sandra.
- No sé qué decir, me he quedado sin habla. Patris estoy muy contenta de que estés aquí. Es algo inesperado.
- Lo sé. Pero creo que si tenemos que hablar es mejor hacerlo cara a cara en vez de por teléfono.
- Sí, aunque no sabía si querías hablar conmigo o no.
Sandra permanecía callada. Las observaba. Sabía que se querían. Que estaban la una hecha para la otra. Estaba emocionada. Viendo cómo se miraban casi se le saltaban las lágrimas de la emoción.
Cenaron. Sandra les dijo que se iba. Patris le dijo que no tenía por qué irse. Que podían ir a tomar una copa.
- No. Ya he cumplido con mi cometido. Ahora tenéis que hablar. Aclarar las cosas. Ya nos tomaremos algo mañana. Vale?
- Como quieras.
- Gracias, Sandra, otra vez –le dijo Patris-.
- No me las tienes que dar. Sé que si hubiera sido al revés habrías hecho lo mismo por mí.
- Eres una buena amiga. No nos conocemos mucho pero te considero como tal.
- Y yo, y creo que merece la pena lo que estoy haciendo. Lo sé con solo miraros. Es algo que no podéis ocultar a pesar de todo.
Salieron las tres del restaurante. Se despidieron. Anne y Patris estaban por fin a solas. Durante un minuto ninguna dijo nada. Patris al final fue la que rompió el silencio.
- Quieres ir a tomar algo.
- Me da igual. Qué es lo que quieres tú?
- Quiero que lo hablemos. Dónde vamos?
- No sé, dónde tú quieras.
- Te parece bien que vayamos al hostal y hablemos en la habitación.
- Sí, me parece bien.
Se fueron al hostal. Subieron a la habitación. Patris abrió la puerta. A Anne le vino a la memoria la primera vez que entró en la habitación de ese hostal. Recordó que nada más cerrar la puerta besó a Patris. Y quería volver a besarla. Lo estaba deseando desde que la volvió a ver en el restaurante. Pero no se atrevía.
- Patris...
- Sí, dime.
- Te puedo besar?
- Si me puedes besar?
- Sí.
- Vaya, eso sí que es una novedad?
- El qué?
- El que seas tú quien me lo pidas.
- Me muero por besarte, pero no quiero estropearlo por eso prefiero pedirte el beso.
- Yo también me muero por que me beses...
- Entonces.... puedo?
Patris se acercó a Anne y se fundieron en un beso. En un beso tierno. Un beso muy especial. Dulce, muy dulce. Estuvieron besándose durante un par de minutos.
Se separaron y Patris empezó ha hablar.
- Anne, sabes por qué he venido?
- Supongo que sí.
- Anne he venido a decirte la decisión que he tomado.
- Patris...
- Déjame hablar, Anne.
- Sí claro.
- He venido a decirte que no voy a continuar contigo.
- Patris...
- Sí, lo he pensado. Le he dado muchas vueltas a la cabeza.
- Patris, por favor.
- Déjame que te explique por qué he tomado esta decisión.
- Patris pero tú me quieres y yo también.
- Sí, es cierto. Te quiero con locura. Y creo... bueno estoy convencida de que tú también me quieres.
- Entonces?
- Pero no puedo, no puedo vivir con un mar de dudas.
- Patris te he dicho mil veces que lo siento. No sé qué tengo que hacer para convencerte.
- Nada, no puedes. Sé que me has dicho muchas veces que lo sientes. Y te quiero creer.
- Me tienes que creer.
- Ya. Mi corazón te cree.
- Entonces?
- Pero sigo recordando aquél instante, cuando te vi besándola. No lo puedo evitar. Y cada vez que me viene la imagen a la cabeza, siento un pinchazo en el corazón.
- Patris...
- No lo puedo evitar, es superior a mí.
- Patris.... pero el beso...
- Sí, ya sé que el beso ha sido de amor. Sé que ha sido tierno, dulce, como siempre.
- Sabes que te quiero.
- Y yo.
- Dame otra oportunidad, por favor.
- No puedo, es superior a mí.
- Pero por qué?
- Porque no puedo olvidarlo.
- Inténtalo, por favor. No se volverá a repetir.
- Ya. Pero no puedo vivir con la duda.
- Con la duda?
- Sí, con la duda. Con la duda de pensar, sino me coges el teléfono, si estarás con alguien.
- Pero te juro que no volverá a ocurrir. He aprendido la lección. Te quiero y si me dejas te lo demostraré.
- Anne... no puedo. Lo siento.
- Por favor...
- Lo siento, pero es superior a mí.
- Dame otra oportunidad, te lo pido por favor. Te demostraré lo mucho que te quiero.
- Ya me has demostrado que me quieres.
- Entonces?
- No puedo la verdad.
- Pero el beso...
- Sí el beso ha sido dulce, tierno... pero...
- Pero qué?
- Ha sido el de la despedida.
- De la despedida.
- Sí, no nos volveremos a ver más.
- Qué dices?
- Lo has oído perfectamente. Ya he tomado la decisión.
- Pero me quieres y yo a ti.
- Ya pero no puedo, de verdad... no me lo pongas más difícil.
- Patris...
- Por favor Anne. Te lo estoy pidiendo por favor.
- Y yo te estoy pidiendo por favor que me des otra oportunidad. Que me dejes demostrarte que te amo con locura.
- Anne si me hubieras amado con locura no te hubieras enrollado con ella.
- Patris... sabes que fue un error, del que estoy muy arrepentida.
- Sí, lo sé. Y sé que me lo dices con el corazón, pero Anne no puedo, no puedo seguir contigo.
- Por favor... dame otra oportunidad.
- Anne... ahora no puedo. No puedo. Quizás más adelante... pero ahora no puedo.
- Patris...
- He venido a decírtelo. Lo he pensado mucho, te lo juro. Pero me martillea una y otra vez aquel beso. El beso que le dabas a otra. Tus labios...
- Patris...
- Lo siento, pero no lo puedo evitar.
- No me dejes, no me dejes!
- Sí. La decisión está tomada.
- Te quiero.
- Y yo también.
- Entonces, por qué no podemos estar juntas.
- Porque yo no puedo.
Estuvieron hablando durante media hora más. Anne intentó convencer a Patris de que no la dejara. Pero no lo consiguió.
- Lo siento... de verdad... pero no puedo.
- Por favor –le suplicó Anne con lágrimas en los ojos-.
- No llores, me destrozas el corazón.
- Tú me lo estás destrozando Patris. No entiendo, si nos queremos por qué tenemos que dejarlo, no darnos otra oportunidad.
- Te juro que no puedo. Lo tengo decidido.
De nada sirvieron las súplicas de Anne. Patris abrazó a Anne. Le dio un beso en la frente y le dijo:
- Te quiero. Te quiero con locura.
- Bésame, Patris...
Patris la besó. Fue un beso muy dulce. Anne se estremeció. Anne le pidió hacer el amor una vez más. Patris le dijo que no. Anne insistió. La abrazó. Patris la acarició. Le hizo el amor al mismo tiempo que lloraba. Era duro para ella, pero la decisión la tenía tomada y no iba a cambiarla.
Se quedaron dormidas, abrazadas. Anne se durmió. Patris la miraba... De nuevo las lágrimas le brotaron. No lo podía evitar. Su corazón le pedía que diera marcha atrás, pero la razón le decía que era lo mejor.
A la mañana siguiente Patris despertó a Anne, como lo había hecho siempre. Besándola. Anne la miró, sonrió.
- Buenos días, mi amor.
- Buenos días.
- Me gusta que me despiertes con un beso –le dijo Anne-.
- Ya lo sé, pero esta es la última vez que lo haré y lo sabes.
- Patris pero nos hemos amado y te he demostrando todo lo que siento por ti.
- Lo sé Anne, pero no voy a dar marcha atrás.
- Hazlo por favor.
- No puedo. No me lo pongas más difícil. Ahora dúchate... Desayunamos y...
- Y?
- Y después nos despediremos.
- Y no voy a saber nada más de ti?
- No, lo siento. No vamos a seguir hablando. No te llamaré. No quiero que me llames. Te lo pido por favor. Eso haría las cosas más difíciles.
- Patris...
- El tiempo dirá qué tiene que pasar.
- Es absurdo, que me dejes. Nos queremos. Por favor dame una oportunidad. Déjame que te demuestre que cada día que te quiero con locura.
- Anne... venga ves a ducharte. Desayunamos y te acompaño a casa.
Anne se duchó. Se sentó en la mesa pero no pudo comer nada. No tenía hambre. Rompió a llorar. Volvió a suplicarle a Patris que no la dejara.
Salieron de la habitación. Patris acompañó con el coche a Anne a su casa. Se besaron otra vez. Anne bajó del coche. Patris la miraba. Era la última vez que la iba a ver. Anne giró la cabeza. Estaba llorando. Patris también. Anne abrió la puerta de la escalera. Se quedó un minuto mirando a Patris. Al final entró y cerró la puerta.

4 comentarios:

JD dijo...

Joder...es que es un tema muy complicado. Puedes perdonarlo pero es que nad apuede volver a aser igual y es vivir con una espina clavada. No vuelve con ella??
un beso

Marigel dijo...

Ufff!
Me veo de los dos lados.
No creo en las cabezonadas.
Lo más sensato es siempre perdonar.
Pero cada una es cada una...

Suassi dijo...

Siempre se puede perdonar y se debe perdonar, pero de verdad se puede olvidar?

Jd no puedo contestarte, si no la historia perdería su interés. Ya lo descubrirás con el tiempo. De todas formas se admiten apuestas!!!

Besitos

Arrítmica dijo...

Se puede perdonar, es mas... yo fui Patri y aun asi pedi, supliquè volver a vivir lo de antes... se puede caer mas bajo?